Procesión de Ramos a las 8,15 horas desde la capilla del colegio Romareda hasta iglesia de Santa Mónica. A continuación la misa.
Las demás misas como los domingos:
11,00, 12,00, 13,00 y 20,00 horas.
En todas las misas se bendecirán los ramos que habrá a la entrada de la Iglesia.
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Domingo V de Cuaresma: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre”

El evangelio de este domingo nos pone ante la inminencia del desenlace humano de Jesús. Ha llegado la hora, el momento de la pasión-muerte-resurrección-glorificación de Jesús de lo que es consciente el mismo Jesús, no así los discípulos ni el pueblo que acompaña a Jesús en sus andanzas. Jesús advierte una vez más, y ya próximo a su muerte, que el seguirle conlleva cruz y servicio.
El Evangelio de este V domingo de Cuaresma nos propone estar presentes para adorar a Dios a través de su hijo Jesús, pues sabía que se acercaba su hora: “ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado” (Jn 12, 23). Es una invitación a ver que todo tiene su tiempo: valoremos lo que llega a nuestra vida y el fruto que da; demos gloria al Padre en su nombre. Jesús es ese grano de trigo que muere para dar fruto.
Jesús nos plantea renunciar a nosotros mismos y muchas veces morir a nuestras convicciones y caprichos para dejar que Él nos trasforme. Recomienda que le sirvamos de manera plena por medio de la caridad y que sirvamos a los demás sin escatimar nada. La propuesta de Jesús, si queremos aceptarla, es seguirle a través del amor hecho servicio. Muchas veces ese servicio implica renunciar a lo temporal para ganar la vida eterna dando muerte al hombre viejo y resucitando a la vida nueva. Es necesario morir por una vida totalmente plena que se nos da al descubrir su presencia en los demás.
Jesús por su condición humana tiene miedo, como cualquier otra persona, de afrontar el futuro o lo que puede deparar el destino. Pero Él nos enseña, a pesar de esto, a confiar en el Padre. Jesús, como buen siervo que obedece y confía, anuncia su muerte, haciéndose así la voluntad de Dios, para dar gloria a quien lo ha enviado. Por eso dice: “¡Padre, glorifica tu nombre!” (Jn 12, 28a), y el Padre responde que en Jesús se glorificará.
La última parte del Evangelio refleja las distintas maneras de recibir a Cristo en nuestras vidas, pues no todos escucharon lo mismo. Dependiendo de lo que cada uno escucha, así cada uno acepta su voluntad y es la forma como cada uno se esfuerza por seguirlo. Jesús tuvo claro que la voz no iba para él, sino para quienes se encontraban a su alrededor. Él está al tanto de lo difícil que es aceptar el mensaje que da conocer en su vida pública. Es necesario abrir el corazón para recibir este anuncio, muchas veces de manera indirecta, como en la Palabra de hoy. Desde esos días, está latente la hora del juicio. Estemos, pues, atentos a lo que Cristo nos dice por medio de su Palabra y asumamos así la condición de los hijos que esperan en su Padre Dios.
IV domingo de Cuaresma: La descripción de la salvación
2Cro 36,14-16.19-23: La ira y la misericordia del Señor se manifiestan en la deportación y en la liberación del pueblo. Sal 136,1-2.3.4.5.6: Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti. Ef 2,4-10: Estando muertos por los pecados, nos has hecho vivir con Cristo. Jn 3,14-21: Dios mandó su Hijo al mundo para que el mundo se salve por él.
Dentro de los domingos de Cuaresma, este domingo es diferente por sus características litúrgicas:
- Se le denomina domingo Laetare, reviste cierta alegría.
- Anuncia la cercanía del final del ayuno y la alegría de la Pascua.
- Debemos interpretarlo desde el itinerario bautismal de la Cuaresma.
- Visualizamos el final de la Cuaresma o la Pascua del Señor, ya cercana.
- El color litúrgico de los ornamentos es el rosado. También nos indica este IV domingo de Cuaresma, que vamos más allá del meridiano de los 40 días.
La Cuaresma es un camino de preparación hacia la Pascua, para dar con Jesús el paso de la muerte a la vida. Por eso, hoy la Palabra de Dios nos presenta la dinámica de la salvación. La salvación es un don de Dios y una tarea, pide la respuesta de cada uno de nosotros. Lo resume de mejor manera san Agustín: “Dios que te creó sin ti no te salvará sin ti”.
PODRÍAMOS PLANTEARNOS DOS PREGUNTAS:
- ¿Qué hace Dios? ¿Cuál es su parte? y
- ¿Qué hacemos nosotros? ¿Cuál es nuestra parte?
Meditemos el pasaje del capítulo 3 del evangelio de san Juan. Jesús tiene un diálogo con Nicodemo:
“Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna”.
¿QUÉ NOS OFRECE DIOS A NOSOTROS?
Nos ofrece la vida y salvación a través de su hijo Jesús. Jesús ha venido para que tengamos vida y vida en abundancia (no tenemos un Dios tacaño).
Jesús le pone a Nicodemo un ejemplo: la serpiente que Moisés levantó en el desierto sirvió de curación para los mordidos. Así de la cruz brotará la salvación: “Cuando yo sea levantado sobre la tierra atraeré a todos hacía Mí” (Juan 12, 32). Hay que levantar la mirada hacia Jesús y reconocerlo como nuestro salvador, porque Dios no ha venido a condenar sino a salvar. Dios nos ofrece la salvación por amor. Tal vez hemos escuchado muchas veces esta frase: «Solo hay una cosa que Dios no puede hacer: ¡dejar de amarte!», porque un corazón sin pecado solo está lleno de amor.
Así pues, podríamos decir que el amor es una fuerza de Dios que se convierte en pedagogía para nosotros y que ese amor tiene tres características, tanto en lo que Dios hace al amar como en lo que nosotros hacemos de nuestra parte:
AMAR DE PRIMERO:
1 Juan 4, 10: “en esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su propio hijo”.
De forma práctica, ese amor formativo y primario que brota del Dios como maestro que enseña, nos dice que amar primero es salir al encuentro del hermano necesitado -extender la mano-, tomar la iniciativa: no esperar que el otro se gane mi amor.
AMAR GRATIS:
Romanos 5, 8: “mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros”.
Amar gratis significa amar siempre y sin condición; no amo porque me amas.
AMAR HASTA EL EXTREMO:
Juan 13, 1-2: “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”.
Amar hasta el extremo significa: sin reservas en el corazón, amar lo más posible y completo, amar hasta que duela, siempre y en todo momento, no de vez en cuando. La vida no se construye con actos de amor, sino con la decisión permanente de amar.
A partir de ese signo, la cruz aparece como prueba incontestable del amor divino, don gratuito ofrecido al ser humano, una invitación irresistible a creer (confiar) en Dios y a reflejar su bondad en los hermanos.
Domingo III de Cuaresma: A Dios en el cara a cara
«Nos cuesta despegarnos del ladrillo o del reclinatorio para empezar a ver a Dios en los demás. Muchas veces es más cómodo un reclinatorio que una palmada en la espalda; un lampadario que una obra de caridad; acudir a misa a diario que visitar a alguien que esta solo; un rezo al santo favorito que un “¿qué tal estás?” a la persona que sabes que está sufriendo…»
En el evangelio de este domingo asistimos a un gesto profético de Jesús en el que se pretende mostrar cuál es la forma correcta de dar culto a Dios, que está muy lejos de la forma mercantil y sacrificial. El templo era el signo visible de la presencia de Dios entre los suyos. Pero no estaba exento de injusticias y mercadeos. La obligación de ofrecer sacrificios con el fin de obtener el favor de Dios había convertido el lugar de la presencia de Yavéh en un gran supermercado espiritual lleno de sacacuartos. Jesús inaugura un tiempo radicalmente nuevo. El evangelista quiere mostrar que Dios estará ya con los hombres en su Hijo resucitado, el nuevo templo. Ya no hay que peregrinar a Jerusalén, se rompen las barreras y se horizontaliza el encuentro con Dios, convirtiéndose en un gratuito Tú a tú. Es verdad que ya no se ofrecen animales, pero sí que por desgracia le hemos puesto precio a lo más santo, a lo que es gratuidad pura, amor entregado, vida desbordada. Ya no hay más templo ni más culto que la vida del hombre que se entrega a su prójimo, a su hermano. Es lo que hacemos cuando celebramos la Eucaristía: celebrar la entrega de Jesús; proclamar el amor que nos tenemos unos a otros.
Nos cuesta despegarnos del ladrillo o del reclinatorio para empezar a ver a Dios en los demás. Muchas veces es más cómodo un reclinatorio que una palmada en la espalda; un lampadario que una obra de caridad; acudir a misa a diario que visitar a alguien que esta solo; un rezo al santo favorito que un “¿qué tal estás?” a la persona que sabes que está sufriendo… Desde luego que una cosa no está reñida con la otra, pero en nuestras relaciones con Dios tendemos muchas veces más a “amontonar” que a vivir y de eso no se trata. Somos o intentamos ser seguidores no mirones.
Ahora que nos encontramos en el ecuador del tiempo de Cuaresma tenemos que revisar bien cuáles son nuestros templos, cómo van nuestros negocios espirituales, cuáles son nuestras intenciones de fondo cuando hacemos oración o cuando acudimos al templo. Si lo que nos gusta es el almacenaje pronto seremos cristianos apergaminados, empeñados en enlatar lo vivo y disecar lo nuevo. Hagamos caso a Jesús: no hay otro templo que el prójimo. Hemos de intentar que la Iglesia se convierta en un verdadero lugar de encuentro, en un hogar abierto y cálido donde todos tengamos sitio y voz. Si nos convencemos de esto, habremos dado un paso de gigante en nuestro camino hacia la Pascua.
Segundo domingo de Cuaresma: La Transfiguración
Gn 22,1-2.9a.15-18: En tu descendencia serán bendecidos todos los pueblos de la tierra, porque obedeciste a mis palabras Sal 115, 10 y 15.16-17.18-19: Caminaré en presencia del Señor, en el país de la vida. Rm 8,31b-34: Si Dios está a nuestro favor, ¿quién estará en contra nuestra? Mc 9,2-10: Jesús les mandó que no contaran a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
PREPARANDO LA ASAMBLEA
Hacía muy pocos días que Pedro había llegado a Antioquía. Allí iba a permanecer al menos dos años como responsable de la comunidad de los “cristianos”, como ellos mismos habían decidido llamarse.
Todavía faltaba casi una hora para comenzar la reunión con los que irían llegando de diversas partes de la ciudad para la fracción del pan. Como siempre leerían algunos textos de la Sagrada Escritura. A él le gustaba sobre todo la lectura del capítulo tercero de Joel. Ahora, mientras leía para sí mismo algunos versículos, no podía menos de sonreír: “derramaré mi espíritu sobre toda carne, vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros ancianos tendrán sueños y vuestros jóvenes verán visiones”.
Detuvo un momento la lectura y se quedó pensativo recordando. Cuando vivió con Jesús aquellos pocos años todavía era un joven soñador. Jesús, su maestro, alentó sus ilusiones pero sobre todo alimentó su fe. Ahora con su edad reconocía que, con la ayuda del Espíritu, había conseguido algo de sabiduría, de saber ver, de tener una visión más acertada de sí mismo, de sus hermanos, de la comunidad. Pero ¿había dejado de soñar? Si fuera así no se cumpliría la profecía de Joel: “vuestros ancianos tendrán sueños”. También había sido testigo de la sabiduría, de la madurez en la fe de algunos jóvenes convertidos a la fe.
LOS HECHOS DE LA VIDA DE JESÚS
Después de la lectura del libro de Joel, como hacía ordinariamente, Pedro hablaría a la asamblea de alguno de los episodios que él había vivido con Jesús. Hoy quería hablarles de una experiencia especialmente intensa, del día que subieron a la montaña y Jesús se transfiguró, se transformó, cuando “sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador”.
Ahora recordaba lo que había pasado un poco antes de ese momento. Recordaba cuando se embarcaron y se les había olvidado llevar pan para el trayecto. Pero sobre todo venía a su memoria el desconcierto que sintió cuando Jesús les dijo: “¿Y no acabáis de comprender?”. Es cierto no comprendían. Pedro no comprendía por qué después de curar al ciego le mandase ir a su casa y no entrar en la aldea, como tampoco el silencio que imponía a los que eran curados.
Lo que sucedió después todavía le impacto más porque se refería a él más directamente. Todavía le resonaba la pregunta de Jesús, le parecía estar escuchándola de nuevo: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”. Con qué convicción respondió, él estaba seguro, no dejó que nadie se le adelantara y respondió por todos: “Tú eres el Mesías”.
Recordaba que nada más decirla pensó:
– ¡Qué buena frase para un tuit! Breve y decisiva. Incluso en el mismo cabía también la pregunta de Jesús. Sobraba espacio hasta los 140 caracteres.
Como llevaba su celular pensó en escribirla después. Pero de repente todo se le vino abajo porque Jesús inmediatamente les dijo: nada de twitter, no comuniquéis esto a nadie ¡Cómo no desconcertarse! Jesús podía ser el influencer más seguido y desbarataba planes.
Y ¿lo que sucedió después? El Maestro comenzó a hablar de padecer, de fracasar, de ser rechazado por todos, de ser machacado en las redes… A él le pareció demasiado:
– ¿Cómo se te ocurre, Señor? Eso no puede pasar contigo, tu tienes que ser conocido, llegar a cuanta más gente mejor, si no se conocen tus milagros, si no publicamos tus palabras, si además aceptas el ser rechazado, terminarás desapareciendo de internet y entonces es como si no hubieras existido.
Todavía le parece a Pedro que está viéndole mirar a los discípulos y dirigirse a él:
– Ponte detrás de mi para seguirme, para negarte también tú. Si quieres salvarte a ti mismo, si quieres seguir estando conmigo y quieres ganarme a mi tendrás que perder.
Ahora reconoce que no entendía nada de todo aquello y, sin embargo, estaba convencido de que su mejor opción era estar con Jesús, ser discípulo de Jesús, amar a Jesús.
LA TRANSFIGURACIÓN
Entonces sucedió lo que hoy iba a contar en la asamblea. Agobiado por su desconcierto, dándole vueltas a lo dicho por Jesús apenas se enteró de lo que el Maestro les había dicho. Lo cierto es que se encontró subiendo a un monte alto con Él y con Santiago y Juan. Cuando ya estaban en lo alto sucedió: se transfiguró y aparecieron a su lado Elías y Moisés. Con que irritación se reprocho a sí mismo el descuido. Había dejado su bolsa de camino con los discípulos que se habían quedado en la llanura ¡No había subido su celular!
Una escena como aquella habría triunfado en el Youtuve ¿cuántas visualizaciones hubiera conseguido? Seguro que millones ¿cuántos lo habrían compartido? Seguro que no habría otra ocasión como aquella. Quiso que al menos aquel momento durase lo más posible, por eso ¿por qué no hacer unas tiendas? Pero enseguida todo se desvaneció y estaban solos Santiago, Juan y él con Jesús.
La verdad es que a pesar de todo entendió después que no hubiera servido de nada llevar el móvil. Otra vez la misma orden desconcertante, “les ordenó que no contasen a nadie lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitará de entre los muertos”.
Eso se le quedó grabado, lo habló con los otros dos y les pasaba lo mismo: ¿qué era eso de resucitar de entre los muertos? ¿por qué esperar hasta entonces?
Ahora sí lo entendía ¡qué razón tenía Jesús!
MUERTE Y RESURRECIÓN
Al final sucedió lo que Él les había dicho. Fue rechazado no solo por los dirigentes también por el pueblo. Recordaba ahora cómo lo contaba Juan. Es cierto que aquellos fueron los que primero pusieron los Whatsapp: “Crucifícalo, crucifícalo”, pero enseguida comenzaron a replicar el mensaje. Muchos porque consideraban que era la ocasión de demostrar que podían imponerse a Pilatos, al poder establecido, de sentirse poderosos.
Algunos de ellos siguieron lo que fue pasando para estar bien enterados. Cuando lo vieron crucificar y ser levantado les impactó aquella escena y juzgaron que pocas como aquella para subirla al Youtuve y conseguir cientos de visualizaciones. Es cierto, enseguida comenzaron a multiplicarse los “me gusta”. No faltaron los comentarios:
-¿No decía que era el Hijo de Dios? ¿por qué no baja de la cruz?
-Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.
Los que estaban grabando para ponerlo en su Facebook pensaban:
-Que lástima que no haga milagros como decían que hacía y que se hubiera desclavado y bajado de la cruz. Hubiera sido el video Top de toda la historia.
RESURRECCIÓN
¡Cuántas cosas recordadas! Y cuantas veces Pedro volvía una y otra vez sobre ellas para hacer memoria. Por fin había comprendido que todos aquellos momentos no podían ser comprendidos sin la experiencia continuada de estar con Jesús y sobre todo de tener experiencia de Él resucitado: “no contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.
Para poder comprender a Jesús y para poder hablar de él a los demás era necesario pasar por esa experiencia. Experiencia de fracaso, de muerte, pero sobre todo de su entrega total y experiencia de vivir con Jesús resucitado. Era necesario ser “regenerado para una esperanza viva”. Vivir la experiencia de no verle con los ojos y amarle, no contemplarle y creer en él y alegrarse con un gozo inefable y radiantes.
Después de contar el episodio a los cristianos que viniesen a la asamblea Pedro había decidido invitarles a vivir la experiencia de Jesús, que era experiencia de amarse unos a otros como hermanos, amarse de corazón con una entrega total. Les invitaría también a permanecer en la inteligencia de Jesús, sin amoldarse y volver a aspiraciones que tenían antes, en los días de la ignorancia.
Pedro estaba ya recogiendo pensamientos para su primera carta. Y al mismo tiempo pedía al Espíritu que hiciese vivir a los cristianos que hoy participarían en la fracción del pan una experiencia, semejante pero distinta y más plena, a la que el vivió con Santiago y Juan un día en el monte alto.
